La
historia del narcotráfico está escrita con sangre. Desde el principio con
Miguel Ángel Félix Gallardo y Pedro Avilés Pérez, El León de la Sierra,
hasta con el capo Nemesio Oseguera Cervantes, El Mencho, actual líder de
la última gran organización criminal que opera en México, la sangre de cientos
de miles de mexicanos víctimas de su violencia está presente. Pero junto al
drama humano que provocaron con su ambición de poder y dinero, venganzas,
alianzas y confrontaciones, los líderes históricos del narcotráfico también han
sucumbido.
Presos,
muertos, extraditados y prófugos, es en resumen la historia de los jefes
históricos del narco como Pedro Avilés Pérez, Miguel Ángel Félix Gallardo,
Pablo Acosta Villarreal, Rafael Caro Quintero, Ernesto Fonseca Carrillo, Juan
García Abrego, Rafael Aguilar Guajardo, Carlos y Héctor Tapia Anchondo, Amado y
Vicente Carrillo Fuentes, Pedro Lupercio Serratos, Luis Héctor Palma, Osiel
Cárdenas Guillén, Pedro Díaz Parada, Jesús Labra Avilés, Manuel Salcido Uzueta,
Benjamín, Ramón, Francisco, Eduardo y Javier Arellano Félix, Eduardo y Raúl
Muñoz Talavera, Ignacio Coronel Villa, Arturo, Héctor, Alfredo y Carlos Beltrán
Leyva, Joaquín Guzmán Loera, Ismael Zambada García y Juan José Esparragoza
Moreno.
Informes
de la PGR y expedientes judiciales revelan que herederos de la violencia y
muerte de los líderes históricos del narcotráfico, son entre otros, Nemesio
Oseguera Cervantes, Alfredo e Iván Guzmán López, Heriberto Lazcano Lazcano,
Miguel Ángel y Omar Treviño Morales, Carlos Rosales Mendoza, Armando Valencia
Cornelio, Ezequiel Cárdenas Guillén, Dámaso López Serrano, Nazario Moreno
González, Jorge Eduardo Costilla Costilla, Luis y Ventura Valencia Valencia,
Servando Gómez Martínez, José de Jesús Méndez, Abigael, Arnulfo, Ulises,
Rosalinda y Gerardo González Valencia, Santiago Mazari Miranda, Mario y Alberto
Pineda Villa, Cleotilde Toribio Rentería, Sidronio Casarrubias Salgado.
A la par
de los lujos, poder y riqueza, el precio a pagar por los líderes criminales es
con hijos, hermanos, esposas, tíos y amigos, asesinados o perseguidos por
grupos rivales y las autoridades, pero además los liderazgos en los grupos
criminales se acortan en tiempo, pues los jefes de éstos son detenidos o
muertos en un lapso de cinco o no mayor a los diez años, derivado de labores de
inteligencia y persecución de las autoridades, o bien de su rivalidad con otros
grupos criminales y traiciones dentro de su círculo cercano o de seguridad,
según análisis hechos por la PGR.
Los
nombres de los líderes o de las mismas organizaciones criminales han cambiado o
mutado. Ya no está el Cártel del Milenio, El Cártel del Istmo, Cártel de Juárez,
Cártel de Tijuana y otros; llegaron La Familia Michoacana, Los Caballeros
Templarios, el CJNG, entre otros, pero el negocio criminal escaló sin freno y
la mayor curva ascendente de la violencia en México está en la actualidad. Más
allá de las cifras, el fenómeno de la violencia y los delitos asociados a los
grupos del narcotráfico, están las historias humanas de comerciantes,
estudiantes, profesionistas, amas de casa, niños, deportistas, periodistas,
policías, soldados o marinos, que han perdido la vida, están desaparecidos o
migraron de su ciudad por las actividades de la delincuencia organizada.
Sin
embargo, ahora cuando el presidente Andrés Manuel López Obrador ha declarado
que la guerra contra el narcotráfico ha terminado, tenemos que decir que la implementación
de la Guardia Nacional revela un criterio opuesto. La Creación de la Guardia
Nacional alimentada con el Ejército y los infantes de Marina responden en
realidad a la continuación y quizá a una mayor escalada de confrontación
directa con los grupos criminales que operan en México, de ahí que la sangre y
el Karma de los grupos criminales narcotráfico lamentablemente proseguirá, pese
a los deseos de nuestro primer mandatario.