Anotaciones a la estrategia de seguridad: la Guardia Nacional

Marisol Ochoa 2019-01-02 22:10:26 Guardia Nacional,fuerzas armadas,seguridad,política pública,grupos criminales

La Guardia Nacional llegó para quedarse. Este es un hecho que a todas luces parece inevitable, más como un sello político del nuevo gobierno que comienza, que como un proceso de aprendizaje en torno a la contención y reconducción del fenómeno criminal en el país. Después de casi 18 años de tener a las fuerzas militares en tareas de seguridad pública, y al mismo tiempo dos sexenios que a su manera perfectible han buscado la forma de delimitar un esquema de trabajo que de alguna manera defina una profesionalización, capacitación, organización, forma de investigación y combate a la delincuencia, parece ser que se vuelve a evidenciar la falta de una alternativa más efectiva y menos intrusiva en el combate al crimen. Que en los últimos años -me refiero a dos sexenios- los resultados no sean ni por mucho los esperados es cierto, pero que se ha tratado de alguna u otra manera de caminar hacia allá, no puede haber duda.

El anuncio y la operación de la Guardia Nacional en el territorio no es cosa nueva, llamada de una u otra manera, las fuerzas militares han operado por casi dos décadas auxiliando y en algunos momentos dirigiendo las operaciones contra grupos criminales. ¿Qué cambiaría ahora? La forma en la cual las estrategias territoriales que se implementen, que no tendrán un rango muy distante a las ya implementadas en los últimos años se han desarrollado, modifiquen su capacidad para recuperar espacios y pacificar las localidades.

Ahora bien, los despliegues territoriales ya existen, la delimitación de zonas de riesgo a su vez ya se encuentra mapeada y consolidada, se sabe dónde operan grupos de alto riesgo y zonas de mediana y baja intensidad. Aquí la cuestión pudiera ser pensada en otro nivel ¿Que nos hace pensar que una Guardia Nacional con los atributos planteados por este sexenio tendrá mejores resultados? En sentido estricto se pueden considerar aspectos positivos, una forma de coordinación más eficiente, que hasta el momento ha sido compleja con los estados y municipios, una capacitación más eficaz y profesional a los cuerpos de seguridad de forma homogénea y un esquema disciplinar en las formas de operar en los territorios privilegiando o tratando en la medida de lo posible hacer el menor daño posible a la población civil y anteponiendo los derechos humanos. En definitiva son puntos positivos, pero al mismo tiempo pareciera ser que esta estrategia tiene más un interés de llevar a cabo una especie de “higiene policial” mas no fortalecimiento a partir de una profesionalización, capacitación y disciplina militar, que una verdadera estrategia integral para combatir el fenómeno criminal en el país, más allá del tema de la corrupción  y la infiltración en las policías que no es total ni general en las policías.

En efecto se puede pensar que si no hay orden en las estructuras que se destinan a combatir a la delincuencia, las probabilidades de tener éxito son escasas o nulas, y este argumento pudiera ser válido, pero por otra parte en otras situaciones, cuando realmente se comprende el fenómeno criminal y su lógica territorial a veces “menos fuerza es más eficacia”, de ahí que una estrategia quirúrgica y bien planteada pudiera generar menor desgaste de las fuerzas civiles y militares, y al mismo tiempo, menor riesgo y mejor manejo de tácticas destinadas a combatir la delincuencia. Esta premisa en los últimos años ha sido acertada. Los municipios viven de forma distinta el fenómeno delictivo, por condición de espacio que puede atraer en mayor o menor medida a la delincuencia, tema que platicaremos en otra ocasión.

Volviendo al tema de la “higiene policial” esta forma de “ordenar” las operaciones para combatir el fenómeno criminal no necesariamente responde a  ecuaciones simétricas. En 20 años hemos visto como las reconfiguraciones criminales son inevitables, modifican sus espacios de operación y al mismo tiempo, distorsionan las dinámicas y formas de vida de sociedades y comunidades en localidades que son de su interés. Hemos sido testigos de sus formas de dislocación, control territorial y en muchos casos como se vuelven contrapesos de orden y control en municipios que pierden todas sus estructuras funcionales, por decir lo menos. La lista es infinita.

 En este esquema, -dejando de lado el debate del fortalecimiento de las policías que urge que continúe- nada nuevo se vislumbra bajo el sol. Si esta estrategia se basa exclusivamente en el refuerzo del uso de militares y despliegue territorial -que de entrada es un hecho contradictorio con las causas que este mismo gobierno ha sostenido como las generadoras del delito: pobreza, marginación; etc., tratando de seleccionar delitos que afectan a la sociedad baja, media o alta- estamos perdiendo de vista la lógica que el crimen privilegia: la oportunidad de hacer dinero y ejercer el poder en espacios que puede cooptar a corto plazo. Por otra parte, una estrategia que privilegia la “Higiene policial”, “el fortalecimiento de la fuerza militar”, “el deslinde o desapego a un verdadero proyecto de policía civil en las tres esferas de gobierno” y “un débil proyecto en el campo de la impunidad”, no vaticina los mejores resultados a corto y mediano plazo. Pero esto apenas arranca y siempre hay posibilidad de alternativas…¨Por eso como decía Heráclito: “El sol es nuevo cada día”.