Justo en el momento en que
Andrés Manuel López Obrador pronuncie las palabras "Protesto guardar y
hacer guardar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y las
leyes que de ella emanen, y desempeñar leal y patrióticamente el cargo de
presidente de la República que el pueblo me ha conferido, mirando en todo por
el bien y prosperidad de la Unión; y si así no lo hiciere, que la Nación me lo
demande", concluirá toda una era de la historia de México.
Cuando López Obrador se
coloque en el pecho la Banda Presidencial, habrá terminado la época de la
hegemonía tradicional que ejercieron por poco más de ochenta años el Partido
Revolucionario Institucional (PRI) y el Partido Acción Nacional (PAN). Iniciará
la del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), que controla no sólo el
Poder Ejecutivo sino también el Poder Legislativo con un amplio margen.
Acompañan al nuevo presidente de México en su llegada al poder una corriente de coaliciones de centro-izquierda, pero en la cual sobresalen hombres formados e integrados al viejo sistema político. Varios de ellos, incluyendo al mismo López Obrador, proceden del PRI, partido en el cual militaron y rompieron desde 1988.
Lo acompañan en su nueva
administración al frente del gobierno federal, personajes también formados en
las lides de la izquierda moderada y hasta del ala radical de esta corriente,
pero que se encuentra detrás de quienes rompieron con el PRI.
La nueva época que se inaugurará
procede de una jornada electoral histórica, donde se dejó atrás en su mayoría
las prácticas tradicionales de corrupción y coerción del voto de los mexicanos.
También precede a esta
nueva época, 18 años de desencanto y corrupción. Si en el 2000 Vicente Fox
pareció significar una bocanada de aire, el final de su sexenio fue
decepcionante, aunque su partido volvió a ganar con Felipe Calderón como
candidato. Su administración inició con la puesta en marcha de la “guerra
contra las drogas”, que al final de losseis años de su mandato sumió al país en
un mar de violencia.
El regreso a la presidencia
de México del PRI pareció cambiarle el rostro al vetusto partido emanado de las
filas de la Revolución Mexicana. Seis años después las cuentas no salieron y la
gestión de Enrique Peña Nieto quedo a deber por la corrupción que ahogó al
país, lo mismo que la violencia.
Si bien el nuevo presidente
cuenta en la actualidad con un amplio margen de popularidad, ello no será
cheque en blanco para no cumplir con las grandes expectativas que se han
generado por las promesas de campaña y como presidente electo.
Tras 18 años de ejercer
como candidato presidencial, López Obrador cumplió su meta de ser presidente de
México. Si, lo logró con cerca de 30 millones de votos a su favor, pero otros
30 fueron en su contra. Eso debe importar para no dividir a una nación en
buenos y malos, camaradas y enemigos, blanco o negro.
Es el momento culminante de
su vida. Su unción como Presidente pretende ser el inicio de lo que ha llamado la
Cuarta Transformación, y el acto donde jurará como máximo líder político del
país igualmente pretende romper con los moldes protocolarios del pasado
reciente.
Los frutos del cambio se
verán, dice el propio López Obrador, en un futuro inmediato y cercano. Esperemos
que sea para bien de nuestra nación.