No son quienes preparan cocteles
detrás de una barra con motivo caribeño, ni quienes enseñan axé o zumba, ni los
músicos con más ritmo de la banda, ni los porteros de una disco. Los
estereotipos los han puesto en ese lugar, pero ya es hora de conocer a los
afrodescendientes por lo que son: la minoría más invisibilizada de América
Latina.
Desde los garífunas de
Centroamérica hasta los pardos de Brasil, los morenos de Venezuela y los negros
de Argentina; los afrodescendientes de la región viven en condiciones muy
distintas, aunque todos comparten una historia de exclusión y discriminación.
En la actualidad, representan a un cuarto de la población de la región y el 98% está concentrado en Brasil, Venezuela, Colombia, Cuba, México y Ecuador. Tristemente, también representan a la mayoría de los pobres de la región: tienen 2,5 veces más probabilidades de vivir en pobreza crónica que los blancos o los mestizos, tienen menos años de educación y son más a menudo víctimas del crimen y la violencia, de acuerdo un nuevo informe del Banco Mundial: Afrodescendientes en Latinoamérica: hacia un marco de inclusión.
“En Brasil, con la población
afrodescendiente más grande fuera de África, aún tienen dos veces más
probabilidades de ser pobres que los blancos. En Uruguay, uno de los países más
igualitarios de la región, los afrouruguayos tienen tres veces más
probabilidades de ser pobres”, señala el informe.
Es que a pesar de las conquistas
sociales que experimentó toda la región en los años 2000, que beneficiaron a la
comunidad afro acotando las brechas de ingreso que los separaban históricamente
de otros latinoamericanos; los afrodescendientes, como otros grupos excluidos,
continúan enfrentando desventajas acumulativas, oportunidades desiguales y
falta de reconocimiento y dignidad.
Un mundo
desigual
Nacer en un hogar
afrodescendiente parece ser la puerta de entrada hacia un mundo desigual. La
educación ha jugado un papel clave para disminuir la probabilidad de ser pobre
(para los afrobrasileños, por ejemplo, completar la educación primaria puede
reducir la probabilidad de ser pobres en más de un 9%, mientras que terminar la
educación secundaria y terciaria puede reducirla en un 16% y 23%,
respectivamente) sin embargo, las brechas en materia de educación persisten.
Solo un 64% de los afrolatinos
termina el nivel primario (versus un 80% de no afros) mientras que la
probabilidad de terminar la educación secundaria es todavía menor. En Uruguay,
por ejemplo, 2 de cada 3 afros abandonan la escuela secundaria (el doble que
los no afros). Por otra parte, los afrodescendientes representan solo el 12% de
las personas adultas con títulos de educación superior en la región.
La discriminación,
representaciones estereotipadas, materiales de clase inadecuados y profesores
sin preparación para manejar la heterogeneidad racial son algunos de los
factores que a menudo limitan el desempeño de los niños y jóvenes
afrodescendientes, según el informe.
De acuerdo con el informe, una de
las diferencias más importantes entre afros y no afros es la relativa al
ingreso. Al comparar a trabajadores de iguales características, pero de raza
distinta, los afrodescendientes tienden a obtener un 16% menos por el mismo
tipo de empleo en Brasil, un 11% menos en Uruguay y un 6,5% menos en Perú.
Orgullosamente
afro
Pero algo está cambiando en la
región. El creciente reconocimiento de los afrodescendientes, logrado gracias a
la lucha de sus organizaciones y líderes, representa una ruptura drástica con
un pasado que comenzó con uno de los capítulos más oscuros de la historia de
América Latina: la esclavitud y su legado atroz de exclusión social.
Según el informe, una de las
primeras señales de cambio fue la creciente inclusión de variables etno
raciales en las estadísticas nacionales, que no se reportaban en la mayor parte
de los países desde la primera mitad del siglo XX.
Otras señales importantes en
algunos países incluyeron la adopción de una variedad de políticas de acción
afirmativa, como cuotas reservadas en el mercado laboral y en instituciones
educativas, campañas de concientización, legislación antirracista y el
surgimiento de una clase política de afrodescendientes.
“A pesar de las brechas, la
región nunca estuvo tan abierta a encarar la discriminación etno racial como
hoy. Hace 20 años ni siquiera teníamos datos y hablar de la relación entre raza
y exclusión era casi un tabú. Hoy, países como Brasil, Uruguay y Colombia
tienen políticas de acción afirmativa. En muchos países se está consolidando una
clase dirigente afrodescendiente. Todo eso da para ser optimistas” explica
Germán Freire, especialista social del Banco Mundial y uno de los autores del
informe.
Adiós a
los estereotipos
Los afrodescendientes constituyen
una población heterogénea y, por tanto, no hay una sola solución para su
situación.
El informe del Banco Mundial hace
un llamado a la acción para cerrar las brechas. Según los autores, ni el
crecimiento económico, ni la batería de leyes, ni los acuerdos internacionales
antidiscriminación y antirracismo van a ser suficientes para cerrar las brechas
persistentes, porque los afrodescendientes están anclados a la pobreza por
cuestiones estructurales, que rara vez se manifiestan de manera directa.
“Hacen falta políticas
diferenciadas, enfocadas en la inclusión etno-racial. Para esto el reporte
propone un marco de inclusión, centrado en mejorar sus oportunidades,
capacidades y dignidad de los afrodescendientes para que asuman el rol que les
corresponde como actores clave en el desarrollo de la región” explica Freire.